jueves 8 de mayo de 2008

La semana prodigiosa

Y es que eso esta siendo: una semana de esas para recordar.
Ya conté mi jornada del lunes, llena de amigos y reencuentros. El martes se celebró la presentación de "La primera tarde después de Navidad" en Lugo, y ejerció de maestro de ceremonias Xabier Docampo. Yo no le conocía personalmente, aunque había leído hace años su deliciosa "Nube de neve". Xabier hace de la presentación una fiesta y un homenaje a la magia y a los cuentos de hadas. Como no voy a ser capaz de dar justa cuenta de sus hermosas palabras, aquí está el archivo al que podéis acceder para leerlas. Merece la pena
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Fue una suerte poder contar con Xabier y su generosa inteligencia. Todo el mundo lo pasó bien. Luego me fui un rato a ver a mi abuelo, que fue periodista y, de haberse decidido a ello, hubiese sido un espléndido autor de novelas. Está mayor, pero está. Se queja de que no le hago suficiente caso, y yo - que sé cómo es - le contesto que menos caso me hace él a mí. Le prometo que cenaremos juntos en mi próximo viaje a Lugo. Después me tomo una copa con Mara y Sonia.

Al día siguiente, muy temprano, ´Sergio me recoge para llevarme al Instituo "A Pinguela", en Monforte, donde voy a dar una charla a los alumnos. Me ha invitado su director, Enrique Sampil. Siempre es un placer conocer a profesores interesados en aportar a sus alumnos algo más que lo que viene en los prgramas de estudios. Sampil intenta, cada año, llevar a sus chicos a Madrid coincidiendo con la Feria del Libro. Así le conocí yo, en su paseo por el Retiro mientras yo estaba en una caseta, y así surgió mi compromiso de visitarles, justo cuando el centro cumple veinticinco años de vida. Los chicos se portan bien y están atentos a la charla.

A la salida, otro coche me espera para llevarme a Valladolid, donde Begoña Orellana - que gestiona admirablemente bien la Feria del Libro de la ciudad - ha organizado una mesa redonda patrocinada por Ámbito Cultural - El Corte Inglés.
Begoña es un encanto y un prodigio de eficacia: bajo su batuta, todo va como un reloj. Se preocupa de cada detalle y consigue que todo el mundo esté a gusto. Llego con el tiempo justo para comer con Fernando Marías, Silvia Pérez, Fernando Olmeda y la deslumbrante Marta Robles, que acaba de publicar "Diario de una cuarentona embarazada". Marta es un encanto, siempre está contenta... y guapa. Su paso por la calle resulta una verdadera conmoción: rubia, altísima, con hechuras de modelo, es imposible que pase desapercibida.
Con ella y con Fernando Olmeda participo en una mesa redonda sobre periodistas que son escritores. Creo que resulta bien: asisten más de cien personas que parecen divertirse, y si el debate no se alarga es porque la carpa que nos acoge tiene programado otro acto.

Volvemos a Madrid en el AVE. Llevo en mi bolso, para acabarla, una fantástica novela que ha publicado Lumen: "Viajando en Grupo", de Henry Green. Elegante, divertidísima, muy "british", "Viajando en grupo" es una de esas apuestas que uno agradece en las grandes editoriales. Henry Green es un autor de culto, fallecido hace ya treinta y cinco años, y autor de una obra extensa y muy poco conocida en España. De todas formas, la novela deberá esperar, porque dedicamos a la charla todo el viaje de vuelta. Al llegar a casa, Marcial me espera con el Madrid - Barça en la tele (todo un detalle: soy mucho más futbolera que él) y cantamos los goles mientras nos comemos una pizza y llueve fuera. Luego hablamos de París: mañana nos vamos a pasar allí tres días, y hacemos planes sobre las calles que vamos a pasear y los lugares que vamos a ver. Justo antes de quedarme dormida, le recuerdo la frase de Borges: "Las vísperas del viaje son una preciosa parte del viaje".

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martes 6 de mayo de 2008

Volver a casa

Eso es lo que hice hoy. A las nueve de la mañana me metí en un avión que me dejó en La Coruña. De allí, a Lugo, gracias a que mi hermano Paco me hizo de chófer. A las doce vi a mi amigo Pablo Núñez, que está en capilla con su libro, y a las doce y media volví al colegio donde estudié, María Auxiliadora, que antes se llamaba Compañía de María.
Me había invitado mi antigua profesora de química, María del Carmen Arias. Su propósito y el de la actual directora, que me reuniese con los chicos que ahora estudian tercero y cuarto de ESO. El encuentro, en el salón de actos, fue emotivo y gratísimo, al menos para mí. Los chicos - unos ochenta - se portaron de maravilla, e incluso me hicieron preguntas. Al final, la directora me reserva una sorpresa: un ejemplar de la revista "Alborada", donde publiqué mis primeros textos a los once años. Intento disimular que me emociono haciendo bromas sobre la muy escasa calidad del poema dedicado a Rosalía de Castro.

El colegio está distinto, pero guarda recuerdos de otros tiempos: el suelo de mármol negro, la estatua del patio, el tibio color verde de las paredes de la escalera. Por unos segundos dejo pasear la nostalgia, y recuerdo a la niña que fui hace demasiado tiempo. Se me vino a la memoria la imagen de mi madre yéndome a recoger, la de mis hermanos jugando en el patio, la de mis compañeras... y de pronto caigo en la cuenta de que con algunas - Esther, María, Clara, Carmen - no he perdido la pista.

Después quedo a comer con María Novo, que fue mi mejor amiga desde los seis años. Hablamos de muchas cosas. Hace semanas que no nos vemos, pero los días no pasan por las conversaciones y charlamos como si sólo hubiesen pasado horas desde nuestro último encuentro. Tomo un café con Conchita Teijeiro, que convalece de una enfermedad. Está guapa como siempre, alegre y optimista a pesar del susto que la llevó a la UCI y a un encieroo que no desea en su preciosa casa de la calle Quiroga Ballesteros.

Me reúno después con Pepe Cora y Lois Caeiro, que me proponen una colaboración semanal en el diario El Progreso. No hay mucho que hablar: acepto de inmediato y sólo hay que hablar de detalles menores, como el número de caracteres y el título de la columna. Luego hago una visita a las libreras de Souto, que defienden mis libros como si fuesen suyos. Más tarde veo a mis dos tías, Mary y Kety, que en realidad son primas de mi madre, y a las siete recojo a Sonia y pasamos dos horas felizmente instaladas en una terraza. La tarde es raramente templada para un principio de mayo, y los jardines de la Plaza de España están preciosos. Hay flores en los árboles, y el aire huele bien. En Madrid el aire no huele a nada, o huele a asuntos ingratos. En Lugo, en primavera, el viento trae el olor a xesta y a flor de tojo. Paseo por la calle de los vinos con mi padre y mi hermano, y se nos unen unos amigos: Marcial, Celia y su hija Gema. Tomamos cerveza y tapas de cocina mientras se hace de noche y suenan las diez en el reloj del ayuntamiento.

He vuelto a casa



Por cierto, y a quien pueda interesar: a las siete y media, en el Gran Hotel, recojo el Premio Anaya y presento "La primera tarde después de Navidad". La entrada es libre y, por supuesto, estais todos invitados.

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lunes 28 de abril de 2008

Mi nuevo libro


Pues nada, que aquí está la criatura. Mi primera incursión en el mundo de la literatura infantil. Estoy encantada.
El premio se falló en enero. Pero, como quieren hacer el libro antes de publicar el nombre del ganador, tuve que guardar silencio. No hace falta que os diga lo que me costó.Las buenas noticias hay que soltarlas cuanto antes.
El premio se va a entregar en Lugo el próximo martes. Es un acto itinerante, que cada año tiene como marco unaciudad distinta. Este año querían Galicia, y yo me puse pesada - de hecho, MUY PESADA - para que fuese en Lugo. Por muchas razones. Pero, sobre todo, porque es un modo de que se hable de la ciudad.
No tengo mucho más que decir, salvo que estoy muy contenta y deseando ver el libro en las librerías... y, sobre todo, en manos de los niños. Para ellos está escrito.

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Fiesta del Libro en Dosbarrios




El sábado, después de hacer el programa de radio, me fui a Dosbarrios con Fernando Marías. Dosbarrios es un pueblo pequeño (MUY pequeño) de la provincia de Toledo. Está a tres cuartos de hora de Madrid, y tiene dos mil quinientos habitantes. Por eso, cuando Fernando me pidió que me reuniese allí con las socias de un club de lectura, le contesté que bueno, pensando que íbamos a tener un agradable encuentro con media docena de señoras, y punto. Los índicesde lectura de la piel de toro no dan para mucho más. Pero me equivoqué, y ahora os cuento lo que pasa en Dosbarrios.




Nada más llegar nos fuimos a comer a casa de Marina, la bibliotecaria, y de su marido, Pedro. Arriba está la prueba. Pasamos mucha hambre: de entrantes, verduras en fritada (alcachofas, coliflor, espárragos y pimientos) y croquetas de marisco. De segundo, caldereta de cordero. Después, conejo en salsa, especialidad de Pedro. El conejo estaba bueno, pero lo de la salsa era milagroso: daban ganas de pasar el resto de la vida haciendo sopitas. Para acabar, chuletas decordero al sarmiento. Y tiramisú.´Casero. Como todo.


Cuando, en el café, hablamos un poco del acto de la tarde y Marina me contó que el club de lectura tiene cien socias, pensé que la digestión del banquete me había nublado las entedederas. Pues no. Cien socias. Y el nuevo club de lectura para hombres cuenta ya con quince afiliados. Así que en Dosbarrios los índices de lectura barren la media nacional.


A la reunión literaria asistieron ochenta personas, ahí es nada.Servidora está acostumbrada a hablar para auditorios de veinte, treinta almas reunidas en ciudades muchísimo másgrandes que DosBarrios. Así que al ver el salón de actos casi lleno siento un brote de confianza hacia el ser humano.
Marina, Isabel, Rosario y otro grupo de mujeres sacan tiempo de sus trabajos y sus familias para promover la cultura en el pueblo. Han montado una modesta biblioteca y a ella arrastran a todo el que se deja, incluso a unas cuantas mujeres iletradas a las que han enseñado a leer. El pueblo no tiene librería, ´de ahí la importancia de un buen servicio de préstamo, pero, a pesar de todo, Marina insiste en la importancia de que en las casas haya libros. Por eso, una vez al año, montan una venta solidaria de volúmenes al precio simbólico de un euro. El pueblo y la biblioteca reciben muy escasas ayudas del gobierno central y poca cosa de la administración autonómica. Se apañan solos, a base de pequeñas donaciones particulares, buen ánimo y mucho esfuerzo, y el apoyo del ayuntamiento y la alcaldía, cuya concejal de cultura es el director de laEscuela de Música. Sí, sí, DosBarrios tiene escuela de música. El ochenta por ciento de los niños del pueblo saben tocar algún instrumento. ¿A alguien más le da envidia?
Cada año, el ministerio de cultura se gasta indecentes cantidades de dinero en promocionar la lectura con anuncios, carteles y zarandajas que cuestan una pasta y valen para bien poco. ¿No sería mejor apoyar materialmente iniciativas como la de DosBarrios? ¿No hay nada que podamos hacer para convertir otros pueblos españoles en una sucursal de DosBarrios?
Volvemos a Madrid cerca de lasnueve de la noche. Estoy más bien cansada, porque llevo en danza desde las ocho de la mañana. A las nueve me reunía con un productor de la televisión belga que va a hacer un programa sobre Madrid. La hora la puso él, y yo no me atreví a decirle que en Madrid nadie pone reuniones a las nueve de la mañana de un sábado. Así que me fui alhotel de las Letras a tener una reunión de una hora.Y encima en inglés. El caso es que por la noche estaba derrengada, pero a pesar de eso me fui a cenar con unos amigos y con Marcial. Habíamos hecho la reserva en "Indochina", un oriental muy aparente que está cerca de casa. Cuando nos sentamos me acuerdo de que Eva pasa tres semanas al mes en Seúl
- Ostras, qué fallo
- ¿Por qué?
- Porque supongo que estarás hasta el gorro de comida oriental
- A ver si te crees tú que Asia es como las Rozas.
Tomamos langostinos con carne, samosas, teriyakis y arroz. Luego nos quedamos enla mesa arreglando el país hasta que nos dimos cuenta de que los pobres camareros estaban esperando a que nos marchásemos para echar el cierre. Así que nos fuimos al Cock a seguir hablando de la crisis.
Con crisis o sin ella. el Cock estaba a tope. El portero nos dejó pasar en en honor a las muchas copas que hemos pagado en un local famoso por la antipátía de sus camareros y la excentricidad antipática de su dueña, que se pasea por el local quitando chaquetas de los respaldos de la silla y echando broncas si alguien hace fotos. Cada vez que voy al Cock, me juro no volver. Una vez, Martín Casariego y yo estuvimos de boicot un mes largo.
- Nosotros no vamos al Cock
- ¿Por qué?
- Porque la copas son carísimas y nos tratan a patadas.
La cosa tuvo éxito hasta que un día Martín me confesó que había sucumbido a la tentación y había regresado al lugar prohibido.
- Eres un esquirol
- Es que iba con mucha gente.
- Y un cobarde, Martín, tío. Un boicot es una boicot.
- Ya...
El caso es que, como un boicot en soledad es más bien una paranoia, yo también regresé al Cock. Los cócteles están bastante más flojos que en Del Diego, pero se dejan beber. Los techos son altos, el ambiente es bueno y casi siempre hay sitio para sentarse. Así que, con sus camareros malencarados y su dueña rarita, el Cock no es un mal sitio para un sábado por la noche. Sorbiendo mi Tom Collins (ginebra, azúcar y limón), me dio por pensar que índice de lectura habría en ese momento en el local. Y me di cuenta de que, en cualquier caso,era mucho más bajo que el de DosBarrios.

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domingo 20 de abril de 2008

En Llanes


Pues sí, nos fuimos a Llanes a entregar el Premio de Literatura de Viajes, del que soy jurado, a Gustavo Martín Garzo. Su "Viajes de la cigüeña" es un libro conmovedor y tierno con el sello personal de su autor. Aquí estamos Gustavo, Rosa Regás y yo, mirando al mar Cantábrico.

Viajamos juntos Fernando Marías, Silvia Pérez, Pedro Páramo y el premiado. En el aeropuerto recogemos a Rosa Regás, que llega de su dorado retiro en el Ampurdán. Dice que tiene agujetas después de pasarse los últimos días desmontando su casa de Madrid.

Asturias está verde y hermosa. Una lluvia tenaz nos ameniza el viaje hasta Llanes, donde nos encontramos con Ramón Pernas y Mónica, de FEVE. No son más de las onces, y la ruedade prensa es a la una, así que entretenemos la espera en el bar Penín, entre cafés y bocadillos de tortilla. Normalmente, aprovechamos el tiempo libre para dar paseos, para la lluvia aborta cualquier tentativa de salir al exterior. En el Penín el ambiente es cálido y los bocadillos saben como los que preparaban las madres después del colegio


Tras la rueda de prensa nos vamos a comer. El almuerzo del Premio de Llanes es una de las mejores tradiciones previas al día del Libro: se realiza en un restaurante con vistas fabulosas a una playa, y las sobremesas se alargan hasta bien entrada la tarde. Pruebo una receta sublime, patatas rellenas de marisco que comparto con Rosa Regás, y dejo clara mi determinación de no invitar a nadie a los frisuelos con crema que he pedido de postre. Hablamos de muchas cosas, pero sobre todo de libros y de películas. El jefe de prensa del ayuntamiento nos cuenta que, esde que se rodó en Llanes "El Orfanato", se han multiplicado las visitas a la villa de curiosos que quieren fotografiarse junto al inquietante caserón donde se rodó la película.
Luego, con los cafés y la copa de orujo, hasta hay quien se anima a contar chistes. Luego, ydespuésde mucho tierarle de lalengua, Rosa Regás se anima a evocar algunos recuerdos de la etapa de la "gauche divine", cuando García Márquez y Vargas Llosa le cantaban "Rosa Regás, qué buena estás". Ramón Pernas insiste en dejar claro que Rosa era una de las más deslumbrantes bellezas de la Barcelona de los cincuenta. Ella dice que para guapa, su madre y luego nos cuenta un delirante viaje en vespa desde Barcelona a Cadaqués, y entonces me resulta difícil tener presente que Rosa tiene setenta y cinco años, quince nietos "y dos bisnietos". me apunta. Tiene el rostro surcado por arrugas en claro desafío a todas las contemporáneas que han sucumbido a los cantos de sirenas de la cirugía. La verdad, no me imagino a Regás pasando por un quirófano paraestirarse la piel sabia, curtida de vida intensa, de años de experiencias, de sabiduría. Se habla de muchas cosas, pero, para echar por tierra la leyenda negra de la mutua crueldad de los escritores, nadie habla mal de nadie.
Luego, antesde salir, Fernando,Gustavo y yo damos un paseo por la playa. Armado con la cámara, Marías está empeñado en hacernos un reportaje gráfico. "Mirad hacia el mar, no, mirad hacia la arena, ahora que Marta se quite le gorra, pero no miréis a mí, vosotros pasead como si yo no estuviera". Tengo poca paciencia para las fotos: "Fernando, hijo, cómprate una cámara como es debido y vete al Líbano a ser reportero". A Gustavo le fascina una extraña formación rocosa que hay al final de la arena, y que parece un ejército de hombres petrificados. Se aleja hacia allí,mientras rompen las olas y brilla por primera vez en todo el día un sol radiante que arranca a la arena húmeda un brillo particular.
A las siete nos recoge una furgoneta para llevarnos al aeropuerto. Viajo en la parte trasera, junto con Gustavo y Rosa. Rosase duerme, y adquiere un aspecto plácido que multiplica su condiciónde abuelo. Gustavo y yo hablamos en susurros para no molestarla. Es un tipo estupendo, Martín Garzo, tan inconsciente de su talento que resulta conmovedor. Nos contamos cómo abordamos nuestros libros, y estamos de acuerdo en la importancia que para ambos tiene el dar con una buena historia. Gustavo me confiesa su devoción por algunos personajes suyos "a veces pienso, qué pena que no hayan dado con un escritor mejor para sacarles más jugo".
En el aeropuerto, Pedro Páramo insiste en que tomemos un gintonic para rematar el día. Rosase resiste, pero tras ceder acaba reconociendo lo bien que le sienta esa copa, que es el mejor remate para un día feliz de conversaciones y de amigos. Para que luego digan que los escritores sufrimos mucho.
Por cierto, que luego hay quien me dice que no aviso de las cosas: el 23 de abril, día del libro, participaré en actividades literarias organizadas en Madrid. A las cinco estaré en el Café Central para participar en una tertulia sobre Umbral con Montero Glez y Raúl del Pozo. A las siete firmaré libros en la Librería Pérgamo, en General Oraá, y a las ocho y media haré lo propio en el vips de Princesa. Y el resto del día, ya veremos, porque se han programado decenas de actividades con las que Madrid amplía la fiesta del Libro.

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jueves 17 de abril de 2008

Las palabras y quienes las escuchan

Me reprochan que tenga este blog desatendido, pero es verdad sólo a medias: he pasado fuera toda la semana,y sólo ahora llego a casa y puedo escribir.

Han sido días de viajes y encuentros con lectores. Nada hay más satisfactorio para un escritor. Inicio el viaje en Zaragoza, de la mano generosa y lúcida de Ramón Acín, que trabaja codo a codo con el Gobierno de Aragón para fomentar la lectura entre los jóvenes. Quince años lleva trabajando hasta la extenuación en un proyecto maestro en el que participan ya doscientos institutos, todos de medios rurales. Me encuentro con alumnos de Barbastro, de Alcolea, de Caspe. En Alcolea y Barbastro, chicos tímidos, correctos, atentos, a quienes cuesta un poco iniciar el turno de preguntas, pero acaban participando con un interés que me conmueve. Y en Caspe, el apoteosis: un salón de actos con más de cien adolescentes que durante más de una hora me bombardeancon suspreguntas inteligentes, precisas, las preguntas de un lector atento, de una persona curiosa. Sus profesores han trabajado con ellos sobre dos libros míos, y ellos han preparado una presentación tierna, un power point y hasta una colección de marcapáginas alusivos a mi visita. Me siento como una estrella. He firmado casi cien libros. Caspe es un pueblo de ocho mil habitantes. Es un porcentaje optimista y halagüeño, que invita a soñar con un futuro de lectores que hagan de la lectura una parte de la rutina.

El programa de fomento de la lectura del Gobierno de Aragón está consiguiendo resultados espectaculares con un presupuesto razonable, alejado de las bochornosas cantidades que emplea el ministerio de culturaen las campañas televisivas - e inanes - del "vive leyendo" "si tú lees, ellos leen" y demás zarandajas. Esto no es metáfora ni prosopopeya: son varios cientos de profesores implicados en el asunto, y miles de chavales leyendo, comprando libros, formando en sus casas modestas bibliotecas que quedan al alcance de la madre, o de la prima, o del vecino.
Por la noche, llamo a Fernando Marías y le comento la jornada: "Fernando, con media docena de tipos como Ramón Acín arreglábamos el desastre". Fernando me da la razón, pero dice que primero habría que encontrar a esos tipos. Y luego, añado yo, desasnar a los políticos del ramo para que se sienten a escuchar, echen cuentas y dejen hacer a los que saben.

Recién llegada de Caspe me voy a Burgos a pronunciar una conferencia invitada por la Caja de Ahorros de la ciudad. La sede social, en la fastuosa casa del Cordón, es un perfecto ejemplo de rehabilitación respetuosa, de óptimo aprovechamiento de los recursos. Me escuchan cen personas, lo que no deja de sorprenderme: siempre me temo que mis charlas pueden estar vacías. Entre el público, los padres de Emma y los de Alberto, prolongando el feliz afecto que me une a sus hijos desde hace años. Al final me saluda un hombre que reconozco por la sonrisa en los ojos: es José Luis, que fue mi profesor de inglés en tercero de BUP. Regreso a Madrid en un taxi, entre una tormenta tenebrosa, agotada y feliz por los encuentros inesperados.

Hoy me llama Ana, mi editora. La tercera edición de "El inventor de historias" está ya sobre su mesa. Tengo que aguantarme las ganas de salir corriendo para ver con mis ojos la cubierta tatuada con el marchamo al uso: "tercera edición". No me lo esperaba, y ella tampoco.

Mañana, Llanes. Es lo que tiene el mes del libro: que uno tiene que conformarse con leer en los trenes, en los aviones, en las largas esperas, en las habitaciones de un hotel. Y, pensándolo bien, qué particular encanto tienen esas lecturas.

Para mis amigos de Madrid: el día 23 de abril estaré firmando libros en dos librerías madrileñas, y participaré con Raúl del Pozo y Montero Glez en una tertulia sobre Umbral. Daré todos los detalles el próximo lunes. ¡El San Jordi no se acaba en Barcelona!

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lunes 25 de febrero de 2008

Veinte años

Es el título de un bolero maravilloso que cantó como nadie Omara Portuondo: "Si las cosas / que uno quiere / se pudieran alcanzar / tú me quisieras lo mismo / que veinte años atrás..." Muy poco cantado en España, lo escuché por primera vez en un local de La Habana vieja, el Benny Moré, donde una orquesta de quince virtuosos se desvivía para complacer las peticiones de los ocho clientes del local. Supongo que los invitados "gratis total" que se han ido a hacer las Américas a la Feria del Libro de La Habana convidados por la Xunta habrán disfrutado de las muchísimas excelencias de la música local. Porque, además, la señora Bugallo lo organizó todo muy bien: además de pagar a los invitados el vuelo a La Habana, los traslados, el hotel y el desayuno, cada uno de los participantes en el sarao recibió un sobre con SETECIENTOS EUROS para gastos de bolsillo. Eso sí que es categoría. Pero que clase tienen, señor, señor.

Pero el post no va de música, ni de La Habana, ni siquiera de Ánxela Bugallo, a quien Dios dé salud para seguir repartiendo más dinero que Mayra Gómez Kemp en el "un, dos, tres". quiero hablar de los veinte años, al hilo de una reflexión que hacía un fotógrafo en una revista. Decía que los veinte años eran la edad "en la que lo teníamos todo, aunque no lo sabíamos". Por eso he vuelto la vista hacia mis veinte años, que están ya a diecisiete de distancia, y me he preguntado si de verdad tenía entonces más cosas que ahora. La respuesta es no, a no ser que en la lista se incluyan las inseguridades, las dudas, la inquietud permanente. ¿Volvería a los veinte? Desde luego que no, salvo para pasar de nuevo el tiempo con mi madre, que es lo único que de verdad añoro de aquella edad perdida.

La primera juventud está idealizada por la literatura y por el cine, que hablan de los veinte años como de la Edad Dorada. Pero, en general, los veinte años traen de la mano más decepciones que otra cosa: amores que fracasan, amigos que se quedan en el camino, proyectos que no se materializan. Por eso me alegré de cumplir los treinta: estaba segura de que las cosas más importantes de la vida iban a pasarme a partir de entonces, y acerté. Rosa León cantaba aquello de "Volver a los diecisiete / después de vivir un siglo..." Yo no volvería a mi adolescencia más que de visita, igual que voy a casa de unos amigos que tienen tres perros: a echar un vistazo y a largarme. Por lo demás, mi edad me encanta ¿Y tú? ¿Querrías volver a los veinte?

Bardem se ha llevado el Oscar, lo cual no extraña a nadie. Bardem empezó a trabajarse el Oscar desde aquel papel de chulo impresentable que le regaló Bigas Luna en "Jamón, Jamón". Luego siguió currándeselo, con pico y pala, y ayer se consagró en Holywood, que es donde se consagran los actores de verdad, aunque nos quieran vender la vaina de que aquí se hace muy buen cine y tal. A la hora de la verdad el actor de raza sueña con recoger el Óscar , y que digan su nombre con la dicción viciada por el idioma del imperio y escuchar aplausos con fundamento en la cuna del cine. Bardem se merecía el Oscar y se merecía obtener la definitiva reválida de lo que es: un actor con mayúsculas. Y en Hollywood, donde no caben excusas ni medianías, premian a los mejores, porque de eso se trata: de coronar al rey, no de hacer amigos, como en otros lares.
Brindo por Bardem y por la dorada estatuilla que brindó a los Coen, a su madre... y a España.

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jueves 14 de febrero de 2008

El pisito

O el pisazo. Ya se sabe de qué hablo: del piso del ministro de Justicia. O más bien, de las reformas que por 250.000 euros ha hecho acometer para que la casa quedase a su gusto.
Poco sentido de la medida tiene un señor que gasta 45 millones de pesetas del erario público en hacer arreglitos a una casa, máxime cuando a lo mejor le quedan en ella dos telediarios. 250.000 euros son muchos euros. Hay familias que con eso se compran una casa para cuatro. Dicen los asesoresdel señor Bermejo que la casa no tenía las condiciones mínimas de habitabilidad y por eso había que meterle mano - y pasta - pero ya ha salido la anterior inquilina del inmueble, la exministra Trujillo, para puntualizar que ella el piso lo dejó niquelado. Entiendo el mal rollo de la buena señora: a ver si Bermejo va a tener el morro de decir que ha cambiado los tresillos porque yo soy una guarra y se los he dejado de pena.
Si no diese lástima, daría risa. Un ministro socialista gastando cuartos públicos en decorar sus sueños, manda narices. Cinco mil euros se ha pulido en jardineras (¿?) para la terraza. Casi doce mil en "elementos para el cuarto de baño". Mire, señor Bermejo, yo no sé cómo le ha quedado la vivienda, pero me da la sensación de que invirtiendo dos millones de pesetas en un aseo, la casa debe ser calcadita a la del Sultán de Brunei en versión España Cañí. Con 12.000 euros, que es lo que usted se ha gastado en el baño, le hago yo una reforma completa a mi casa, y aún me queda algo para pintar el portal, cambiar el sofá del salón y comprar una pantalla de plasma para el dormitorio, aprovechando que estánde oferta.
Doscientos cincuenta mil euros. Cuarenta y cinco millones de pesetas, ahí queda eso. Y el ministro, tan contento. Acabo de escuchar a Leire Pajín justificando la obra del ministro aduciendo "motivos de seguridad". Pues mire usted, yo de eso entiendo poco. Pero que alguien me explique cómo influye en la seguridad de un ministro el que le instalen un water de dos millones de pesetas o unas jardineras que rozan el millón.
Que me diga alguien en que parte del Código del Buen Gobierno que alentó Zapatero caben estos desmanes. ¿O es que Bermejo está ya preparando la maleta, y ha pensado eso de "después de mí, el diluvio"'

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lunes 11 de febrero de 2008

Mañanas en Candem

Una buena parte del mercado londinense de Camdem desapareció ayer entre las llamas de un incendio misterioso cuyo origen buscan ahora, pasmados y pesarosos, los agentes de Scotland Yard.
Conocí Candem Market en el brumoso verano de 1993, estrenando licenciatura universitaria y dinero recién ganado. Pasé un mes alojada en casa de unos amigos - aquel pequeño hogar en Fulham, donde convivía con un estudiante de económicas y un músico en ciernes, y la feliz fauna de amigos bohemios que entraba y salíasin orden ni concierto - y aproveché el tiempo que me dejaban libre las clases de inglés para explorar la ciudad hasta sus últimos rincones.
Descubrí Candem en un domingo gris, como la mayoría de los domingos ingleses. Allí compré un vestido de algodón salpicado de diminutas flores blancas, muy a la moda "grunge" que imperaba por aquella época. Era un vestido original y barato, y me sentaba bien, o al menoseso dijo el chico inglés con el que me citaba en aquellos días.Aquel chico - se llamaba Douglas - y aquel vestido meacompañaron en el estreno de lo que yo consideraba mi madurez personal: era joven, tenía un título universitario y toda la vida por delante, así que bien podía tener un flirt de dos semanasy un vestido ajustado parecido a los que usabaWinona Rider. Que el vestido en cuestión hubiese sido adquirido en Candem Market, donde se desataba la modernidad entre puestos de comida india y falsas botas Doctor Martens, y que el chico con quien me citaba fuese un estudiante de la universidad de Londres con un pasado tormentoso y un presente incierto no eran más que ingredientes destinados a hacer más interesante mi nueva historia.
Luego volví a Londres muchas veces, pero Douglas ya no estaba - se había mudado a Hong Kong - y la ropade Candem Market ya no me parecía adecuada para lo que consideraba mi nuevo estilo. Empecé a visitar el mercado como quien visita un zoológico, y no volví a comprarme vestidos grunge ni a mirar los precios de las botas. Pero seguí vistando aquel mercado, quizá porque me traía buenos recuerdos deun tiempo que no podía volver.
La última vez que estuve en Candem Market fue con mi madre, en el transcurso de un dichoso viaje a Londres. No le hablé de Douglas ni del vestido con flores blancas, pero pasear con ella por entre los puestos de todas las cosas del mundo fue como hacerla partícipe de aquella historia del verano de 1993.
Ahora, parte de Candem ha desaparecido devorada por las llamas, y me siento triste, no sé por qué. Quizá porque, aunque el mercado vuelva a ser reconstruído, ya no será el que visité de la mano de un inglés miope, ni tampoco aquel que le mostré a mi madre, felices las dos, ignorantes de las sorpresas amargas que nos resevaba la vida.

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jueves 7 de febrero de 2008

Tallas

Leído en prensa esta mañana: el 40% de las españolas ha tenido alguna vez problemas con las tallas.
Supongo que al hablar de problemas con las tallas, la noticia se refiere a esa perpetua desorientación en cuanto al tallaje según la tienda a la que vayamos y el modelo que nos compremos.
Soyuna persona de complexión media. Mi talla es la treinta y ocho, pero en mi armario hay dos vestidos de la treinta y seis y un abrigo de la cuarenta. Mis vaqueros,que compro siempre en Estados Unidos, son cada uno de una talla diferente, aún cuando dos pertenecen a la misma marca. Tengo unos pantalones de la 34 - yo tampoco entiendo cómo quepo en ellos - y el otro ´dia me di cuenta de que una de mis chaquetas marca la cuarenta y dos. La verdad es que ese tipo de cosas despistan a cualquiera. Pero, más allá del incordio, más allá de la molestia de tener que probarse tres pantalones para encontrar el que se ajusta a nuestras nalgas y a nuestras pantorrillas, ese baile de tallas no es lo que yo llamaría un problema.
Problema es que una adolescente se meta los dedos en la boca para vomitar lo que ha comido. Problema es que una niña de quince años quiera parecerse a una supermodelo. Problema es que una cría que acaba de cumplir los dieciséis pida a sus padres un aumento de pecho como regalo de cumpleaños, y que los padres cedan al capricho sin informarse primero de lo que eso significa para un cuerpo a medio formar. Y, por supuesto, problema es que alguien se quede tieso en una mesa de operaciones cuando sólo pretendía reducir unos centímetros en las pistoleras.

Se ha puesto en marcha un estudio antropométrico para calcular la talla real de las españolas. Han medido a más de diez mil mujeres, y luego nos informarán de cual es la medida estandard de nuestras compatriotas. El estudio está hecho con la mejor intención, pero me temo que es una suprema tontería. ¿De qué vale a una chica instisfecha con el tamaño de su culo el saber que está por debajo del tamaño del culo medio? ¿Cura algún complejo el enterarse de que la mayoría de las españolas pesan dos kilos más que tú? ¿Una chica con bulimia va a dejar de provocarse el vómito al saber que hay muchas mujeres más gordas que ella? Y, a todo esto ¿qué hacemos con las muchas, muchísimas mujeres que se apartarán para mal del canon medio? ¿Cómo va a sentar a una cría que pesa cinncuenta y siete kilos el saber que para su altura el peso de la mayoría no llega a cincuenta y tres? Estos estudios pretendidamente normalizadores ¿no están aumentando, en el fondo, la lista de candidatas a la anorexia y la bulimia?

La sociedad moderna nos empuja, desde la más tierna infancia, a correr en busca del amargo don de la belleza. Existe la obligación de ser guapo, estar delgado y tener cada cosa en la cantidad apropiada y en el sitio perfecto, y no importa el precio que haya que pagar, ni que cada año mueran chicas - también cada vez más chicos- que galopan, obsesionadas, en pos de un ideal físico que quizá ni siquiera existe.
El ministerio de Sanidad, las consejerías del ramo, llevan tiempo dedicando esfuerzo y dinero a luchar contra la anorexia y la bulimia, que se extienden como la peste entre los jóvenes. Se culpa a unos y a otros: a las revistas de moda, a los medios de comunicación, a los diseñadores, a las modelos. Se inventan campañas bienintencionadas, carísimas y, por lo que se ve, muy escasamente eficaces. Noquiero ni pensar en cuanto habrá costado el estudio antropométrico de marras,queva a servir para que muchas niñas que sospechaban de su anormalidad física puedan constatar oficialmente que sí, que están gordas como trullos,y que se apartan de los índices de la media nacional.

¿No sería preferible emplear esfuerzos y dinero en educar a las adolescentes en el amor propio, explicándoles lo poco sana que resulta la obsesiónpor la belleza física? ¿Que, a no ser que pretendan coronarse "miss universo", de poco les va a valer tener una cintura más estrecha o un pecho más generoso? ¿Que un cuerpo perfecto o una cara hermosa duran mucho menos de lo que dura la vida? ¿Que hay la mayoría de los signos designos de triunfo, de estabilidad y de bienestar personal que nada tienen que ver con el físico? ¿Que siempre han existido mujeres hermosas con las que no se puede competir, y que la perfección física es la excepción y no la regla?

En mi armario hay un completo revoltijo de medidas y tallas. Puede ser que sea un engorro. Pero no es buenaque quieran convencerme de que es un problema. Mis problemas son otros, que nada tienen que ver con el latazo de probarme cinco vaqueros hasta encontrar uno que siente bien a mi culo. Culo, por cierto, más grande que el de la media. Qué le vamos a hacer

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