A quien le importa...
El hecho de que un grupo de ciudadanos tenga que constituírse en Asociación y pedir permiso para gozar de un derecho que está recogido en nuestra Carta Magna debería ser suficiente para hacernos reflexionar. Mal andan las cosas cuando estamos en esto.
Lo más sorprendente de todo es que hay un grupúsculo (separen algunas de las palabritas, que bien se ajustarán a lo que es esta gentuza) que, enarbolando una bandera de la que se han apropiado, se dedican a amedrentar a los miembros de la plataforma, tratando de impedir que se manifiesten, que existan, que sean. Bienvenidos al territorio del fascio enxebre en estado puro.
Soy partidaria, no sólo de que cada uno piense como quiera, sino de que tenga ocasión de reivindicarlo, por descabellado que me parezca. Si mañana me encuentro a unos señores recogiendo firmas para que pongan un centro comercial en mitad de la Plaza del Obradoiro, pensaré que están pirados, pero nada más que eso. Pero lo borrokiñas van más allá: como no les gusta lo que reclama Galicia Bilingüe, se dedican a insultar a los miembros de la directiva, a reventarles las reuniones. a amenazarlos física y verbalmente.
El otro día, a su paso por Lugo, el autocar de Galicia Bilingüe fue atacado y cubierto de pintadas. Leí la noticia en el progreso, seguida de los comentarios de los internautas, algunos de los cuales ponían los pelos de punta porque aplaudían la agresión. Uno proponía quemar el autobús de marras. Otro, que se ilegalizase la asociación. ¿De dónde salen estos energúmenos? ¿Quienes son, qué leen (¿saben leer?), a dónde han viajado, a qué gente han tratado? Sólo sabemos de ellos que empiezan su triste historia delictiva haciendo pintadas en un autobús, igual que los nazis comenzaron por decorar las casas de los judíos en la Alemania de Hitler... donde, por cierto, estos tipejos se sentirían la mar de agusto.
Hasta ahora, las reivindicaciones de los gallegos nacionalistas habían descartado la protesta violenta como método para hacerse escuchar. Los acontecimientos de los últimos días pueden hacer pensar que se ha quebrado la delgada línea roja entre la reivindicación pacífica y el uso de la fuerza, entre la legitimidad y el fascismo. No nos dejemos engañar: los que amenazaron a María San Gil, los que amedrentan a los miembros de una Asociación no son nacionalistas, sino maleantes que dificilmente van a encontrar su sitio en la realidad política gallega.
En cuanto a los agresores, es difícil predecir qué ocurrirá con ellos a medio plazo, cuál será su evolución en la carrera delictiva que acaban de inicar con las pintadas al autobús. Con un poco de suerte se quedarán ahí, garabateando paredes, quemando papeleras, todo lo más mangando bolsos por el procedimiento del tirón. Si la cosa se tuerce, acabarán pegando palizas a los inmigrantes o cosiendo a puñaladas a la parienta. El futuro del delincuente en ciernes siempre es inicierto, pero sus comienzos giran siempre en torno a la agresión a la libertad y a la propiedad ajena.
Así que, por favor, que estos muertos de hambre no jueguen a ir de patriotas, de galleguistas ni de defensores del ailalelo. Son mangutas del tres al cuarto, aprendices enxebres de la kale borroka, y esta sociedad, la nuestra, sabrá ponerlos en su sitio, que es el del lumpen.
Deben tener claro que están solos. Ninguna fuerza política va a darles alas ni cobertura. Los violentos han hablado. Ahora deben hacerlo quienes, compartiendo sus ideas, rechazan sus métodos impresentables de cachorros del fascio. O, para simplificar, sus maneras de chorizos corrientes y molientes.
Desde aquí, mi ánimo y mi afecto a los miembros de Galicia Bilingüe y a su presidenta, Gloria Lago.