martes 24 de junio de 2008

Ya ya he firmado

Aquí estamos, de viernes, mis amigos y yo. No me preguntéis de qué nos reíamos porque no me acuerdo. A lo mejor los mojitos de mi cuñado (que es el del polo naranja) tuvieron algo que ver. La que se tapa la cara es mi hermana, Susana. La embarazadísima de negro es Cristina. Mamen es la que lleva el vestido verde agua, que es una pena que no se vea porque es precioso. Y el que nos da la nuca es Miguel. Los pasamos de miedo y acabamos a las tantas. El verano en Madrid se disfruta el doble si tienes allegados con terraza. De hecho, Vanessa Monfort me acaba de invitar a tomar una copa en la suya el jueves, gane o no gane España.

Ya os conté que mi amigo Pablo presentaba su novela en Lugo el sábado por la tarde. Éxito de público, llenazoen el Círculo de las Artes y ciento setenta libros vendidos en la presentación. A ver quien da más. Dentro de uno días, Pablo se viene a Madrid a hacer promoción de "Las hijas del César", y tendremos ocasión de vernos.

Lecturas de estos días: "El animal moribundo", de Philip Roth. Hermosa y demasiado breve. Una sola descripción ya vale la novela entera: Roth habla de "el sonido cremoso del saxo". No hay más que decir. Cuando uno encuentra una frase así, detiene la lectura y dedica unos momentos a pensar sobre cuánta literatura hay que tener dentro para parir una línea tan hermosa, tan expresiva, tan contundente. Amo a Philip Roth, y los que no aman a Philip Roth es porque no lo han leído. Ahora estoy leyendo "Leche materna", un descubrimiento interesante firmado por Edward St Aubyn y traído (como no) por Anagrama. La prosa de St Aubyn es elegante como pocas. Estoy disfrutando, pero con ganas de acabar. ¿Por qué? Porque esta mañana me han enviado la última novela de Ricardo Ménendez Salmón, "Derrumbe", y no quiero esperar mucho más para leerla. Ricardo es uno de los novelistas más interesantes que ha dado la narrativa española en los últimos años. Si no habéis leído "La ofensa", no esperéis más.

Yo ya he firmado, que conste. Ayer, dieciocho intelectuales suscribieron un manifiesto en defensa, no del español - un idioma que hablan 450 millones de personas no necesita defensa alguna - sino del derecho emplearlo en todo el territorio español. Que alguien, intelectual o no, tenga que reivindicar underecho constitucional nos da idea de cómo están las cosas en la piel de toro, pero ese es otro tema. Al firmarlo no he pensado en el genial Boadella, ni en el fino e inteligente Arcadi Espada, ni en Vargas Llosa, al que caerá encima un Premio Nobel más pronto que tarde, ni en Rosa Díez, ni en Raúl Guerra Garrido, ni en José Antonio Marina, ni en Álvaro Pombo. He pensado en las generaciones de analfabetos que se avecinan por obra y gracia del nazionalismo imperante, en los chavales monolingües por narices y por la burramia del que, obligado a quedarse en la aldea, no quiere que nadie salga de ella, no sea que se enteren por ahí fuera de lo que vale un peine. Y por eso he firmado, y por eso pido a los lectores de este blog que entren en www.elmundo.es y se adhieran a un manifiesto auspiciado por personas solventes, poco sospechosas de extremismos ni de intereses extraños.

En los próximos días, este post recibirá las correspondientes visitasde los talibanciños (cuidado con el tono, chicos, o vuestro destino es el limbo) acusando de fascista a la que suscribe y a los promotores del manifiesto. No voy a hablar de mí, que sé perfectamente cuál es mi palo, pero creo que son poco sospechosos de fascismo personas como Raúl Guerra, Marina, Pombo o Boadella. Cualquiera de ellos defiende, por encima de todo, la libertad individual, el derecho de cada cual a elegir. Yo ya he firmado. ¿Y tú?

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viernes 20 de junio de 2008

Fin de Curso

Ayer, fiesta de fin de curso en el Hotel Kafka. Hacía siglos que no asistía a una fiesta así. No había gusanitos ni fanta de naranje, sino una tortilla de patatas muy rica y buen Rioja. Edu Vilas, director del invento, anfitrión y amigo, nos habla de los planes para el curso que viene. Echamos de menos a Rafael Reig, que está dando una conferencia en el Cervantes de Casablanca.

Hablo con David Torres,cuya novela, "Niños de Tiza", os recomiendo vivamente. No cuento de que va, porque las buenas novelas son mucho más que un argumento resumido en cuatro líneas. Tampoco hagáis ni caso al texto de contra. Por favor, tened fe en mí y leed la novela. Es excelente. Yo me la bebí en día y medio, y tiene cuatrocientas páginas, así que...

Más libros: mañana, mi amigo Pablo Núñez presenta el suyo, "Las hijas del César", dentro del programa de actos del festival Arde Lucus, con el que mi ciudad, Lugo, regresa por unos días a la época de los césares. Hay desfiles, comidas populares, música y fiesta - jolgorrio.... La presentación de "Las hijas del César" tendrá lugar en el salón regio del Círculo de las Artes, y apuesto algo a que se batirán records en cuanto a asistencia. La semana que viene os lo cuento todo.

El centro cultural de España en Lima me invita a viajar a Perú en otoño. Están programando distintos actos públicos para presentar mis libros. Digo que sí, por supuesto. Me apetece mucho conocer el país, y siempre es una buena oportunidad para hacer contactos con escritores del otro lado del charco. También me han propuesto participar en un congreso sobre Cesare Pavese, uno de mis escritores favoritos... y hace ya meses que he cerrado mi participación en un congreso médico que se celebra en La Coruña, y donde voy a formar parte de un seminario donde se analiza la forma de dar malas noticias. Por lo visto, y según los organizadores del congreso, mi libro "En tiempo de Prodigios" - donde contaba una terrible experiencia en ese sentido - provocó cierto debate entre los médicos, y quieren que hable de ello con otros profesionales de la medicina.

Mi novela va bien. Tanto, que ya he entrado en esa fase en la que no hablo de ella con nadie. Sólo quiero corregir sobre lo ya corregido, rematarla y olvidarme de ella hasta que salga. Es lo que me pasa siempre.

Esta noche, reunión de amigos en casa de mi hermana y su familia, que tienen - placer de placeres - una enorme terraza en la Ciudad Universitaria. En verano solemos okuparla a partir de las nueve de la noche, cuando el calor da tregua y el sol se pone. Mi cuñado prepara mojitos y encargamos pizzas para cenar, aunque hoy, como nos hemos puesto finolis, vamos a pedir paella.
Prometo fotos del evento. Buen fin de semana a todos

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sábado 14 de junio de 2008

Fin de Fiesta

Se acaba la Feria del Libro, y apuramos al máximo los días que nos quedan. En esta semana, dos citas, una en el Hotel Kafka con David López, que presentaba allí su novela "Niños de tiza". La tengo encima de la mesa para empezarla hoy mismo. Allí me encuentro con Espido, Pedro de Paz, Rafael Reig y Fernando Marías (que hacen de maestros de ceremonias), Javier Blanco Vila, Silvia Pérez... en la copa posterior le echo una media bronca a Loren, que tiene mañana un examen de sociología y le está robando horas al estudio. Cómo me alegro de haber acabado los estudios. Las vísperas de examen eran lo peor del mundo.

Ayer, en la preciosa terraza de Planeta - vistas sobre Cibeles, Alcalá y aledaños al corazón de Madrid - , fiesta de clausura de la Feria. Hacía una noche estupenda, y me encontré con amigos como GuillermoGalván - que está ultimando novelón histórico centrado en la época del arrianismo - y con Chani Pérez Henares, que me invita a un curso de Verano que dirige en la UNED. Luego nos vamos un grupo a celebrar el cumpleaños de Fernando Marías: le cae medio siglo, pero no se le nota nada. Nos tomamos unas copas a su salud en Le Garage, uno de los locales de moda en Madrid, y allí aparecen Vanessa Montfort, Nicolás Casariego y Miguel Ángel Matellanes. Miguel fue el editor de mi primer libro, "Que veinte años no es nada" y por eso siento hacia él un afecto especial. Hemos compartido un tiempo importante, y seguimos en contacto a pesar de que han pasado ya diez años - diez - y muchas cosas.

Vuelvo a casa antes de lo que hubiese querido: tengo programa de radio al día siguiente y es mejor no pasarse con el trasnoche y las copas. En eso, la edad no perdona: hace no tanto tiempo era capaz de tomarme cualquier cosa, dormir cuatro horas y estar al día siguiente fresca como unalechuga. Ahora, la resaca es terrible y me deja fuera de combate para varios días.

Lecturas: he terminado "El rojo de las flores", de Anita Amirrezvani, una especie de melodrama ambientado en la Persia del siglo XVII. No es que no sea entretenido, pero no es exactamente la literatura que más disfruto. Resulta una especie de Danielle Steel orientalizada y más pulida. En fin, yo ya lo he advertido.

Buenas noticias para Pablo Núñez y los que somos sus amigos: "Las hijas del César" prepara una nueva edición. Los libros se agotan en cuanto llegan a las librerías, y en algunos lugares está desbancando en las ventas al todopoderoso Carlos Ruiz Zafón.

Sólo una cosa más: acabo de leer una petición de ayuda de una chica a quien, el pasado 11 de junio, le robaron su ordenador portatil (un ibm - lenovo thinkpad T60) de su coche, un mini color crema que estaba aparcado en la calle Barquillo. En el ordenador estaban guardados gran parte de los recuerdos de su padre, fallecido hace poco. La máquina, que es antigua, no vale casi nada, pero lo que contiene sí. Por eso, la propietaria del ordenador, Rossana, ofrece 1000 euros (mil) a quien le devuelva el ordenador perdido. Su dirección es alabanda@gmail.com
Sé que es difícil, pero si los lectores de este blog podéis difundir este mensaje, seguro que Rossana os lo agradece.

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martes 6 de mayo de 2008

Volver a casa

Eso es lo que hice hoy. A las nueve de la mañana me metí en un avión que me dejó en La Coruña. De allí, a Lugo, gracias a que mi hermano Paco me hizo de chófer. A las doce vi a mi amigo Pablo Núñez, que está en capilla con su libro, y a las doce y media volví al colegio donde estudié, María Auxiliadora, que antes se llamaba Compañía de María.
Me había invitado mi antigua profesora de química, María del Carmen Arias. Su propósito y el de la actual directora, que me reuniese con los chicos que ahora estudian tercero y cuarto de ESO. El encuentro, en el salón de actos, fue emotivo y gratísimo, al menos para mí. Los chicos - unos ochenta - se portaron de maravilla, e incluso me hicieron preguntas. Al final, la directora me reserva una sorpresa: un ejemplar de la revista "Alborada", donde publiqué mis primeros textos a los once años. Intento disimular que me emociono haciendo bromas sobre la muy escasa calidad del poema dedicado a Rosalía de Castro.

El colegio está distinto, pero guarda recuerdos de otros tiempos: el suelo de mármol negro, la estatua del patio, el tibio color verde de las paredes de la escalera. Por unos segundos dejo pasear la nostalgia, y recuerdo a la niña que fui hace demasiado tiempo. Se me vino a la memoria la imagen de mi madre yéndome a recoger, la de mis hermanos jugando en el patio, la de mis compañeras... y de pronto caigo en la cuenta de que con algunas - Esther, María, Clara, Carmen - no he perdido la pista.

Después quedo a comer con María Novo, que fue mi mejor amiga desde los seis años. Hablamos de muchas cosas. Hace semanas que no nos vemos, pero los días no pasan por las conversaciones y charlamos como si sólo hubiesen pasado horas desde nuestro último encuentro. Tomo un café con Conchita Teijeiro, que convalece de una enfermedad. Está guapa como siempre, alegre y optimista a pesar del susto que la llevó a la UCI y a un encieroo que no desea en su preciosa casa de la calle Quiroga Ballesteros.

Me reúno después con Pepe Cora y Lois Caeiro, que me proponen una colaboración semanal en el diario El Progreso. No hay mucho que hablar: acepto de inmediato y sólo hay que hablar de detalles menores, como el número de caracteres y el título de la columna. Luego hago una visita a las libreras de Souto, que defienden mis libros como si fuesen suyos. Más tarde veo a mis dos tías, Mary y Kety, que en realidad son primas de mi madre, y a las siete recojo a Sonia y pasamos dos horas felizmente instaladas en una terraza. La tarde es raramente templada para un principio de mayo, y los jardines de la Plaza de España están preciosos. Hay flores en los árboles, y el aire huele bien. En Madrid el aire no huele a nada, o huele a asuntos ingratos. En Lugo, en primavera, el viento trae el olor a xesta y a flor de tojo. Paseo por la calle de los vinos con mi padre y mi hermano, y se nos unen unos amigos: Marcial, Celia y su hija Gema. Tomamos cerveza y tapas de cocina mientras se hace de noche y suenan las diez en el reloj del ayuntamiento.

He vuelto a casa



Por cierto, y a quien pueda interesar: a las siete y media, en el Gran Hotel, recojo el Premio Anaya y presento "La primera tarde después de Navidad". La entrada es libre y, por supuesto, estais todos invitados.

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martes 1 de abril de 2008

Los libros secretos

Uno de los placeres de tener amigos escritores es que te manden los libros antes de que estén publicados. Si hace unos días terminaba "Las hijas del César", de Pablo Núñez, a altas horas de la noche de ayer - madrugada de hoy, más bien - acababa la última novela de Rafael Reig. Tiene título, claro, pero no sé si Rafael quiere que se haga público todavía. El texto tiene tras de sí una historia casi - sólo casi - tan fascinante como la que ha escrito Reig.
No hay fecha de publicación - aunque apuesto cualquier cosa a que los editores se van a dar de tortas por ella - y por eso el placer de la lectura del inédito acaba por tener algo de ritual sagrado. Las páginas sueltas son susceptibles de desordenarse, y por eso hay que tratarlas casi con cariño, y como ningún profesional de la edición le ha echado el guante, todavía se pueden hacer al autor comentarios y sugerencias. De momento, adelanto aquí que la de Rafael Reig es un regalo para cualquiera, incluso para los que, como yo, no somos amantes del género negro que cultiva en esta ocasión. Felicidades, maestro. Y te lo digo con la esperanza de escribir algún día tan bien como tú.

Me visita en el blog David Torres, a quien conozco, pero menos de lo que quisiera: es listo, inteligente (no siempre se dan las dos cualidades en la misma persona) y uno de los más brillantes articulistas de la prensa española en este titubeante inicio del siglo XXI, pobre en plumas de primera división. Torres lo es, quizá porque también es indepediente, o libre, como se decía antes, pues ahora parece que la palabra ha perdido empaque. Reparte leña a unos y otros, no se casa con nadie, y - fundamental para un articulista - está libre de complejos gazmoños, resentimientos y deseos de medrar. Escribe lo que quiere y cuando quiere. Y ese es la mejor premisa para hacer cosas grandes.


Y como las novelas de los amigos se acaban, hay que leer otras cosas. Ahora estoy con "Las hojas caídas", de Wilkie Collins, uno de esos autores escasamente conocidos por el gran público que, curiosamente, debería disfrutar al máximo de sus escritos. El que haya leído "La piedra lunar" o "La dama de blanco" entenderá de qué hablo. En fin, que recomiendo a Collins: notable literatura decimonónica y muchas, muchas páginas emocionantes para llenar todo un fin de semana

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miércoles 19 de marzo de 2008

Semana Santa en Madrid

Tiene gracia que después de haber pregonado la Semana Santa de Lugo acabe pasando estas fiestas en Madrid... Pero mi novela tiene que avanzar, y en el mes de abril tengo tantos viajes en perspectiva que no voy a hacer gran cosa si no aprovecho estos días para ponerme las pilas. Marcial se va a ver a su familia, y yo me quedo sola en casa y en este Madrid casi fantasmal que cambia hasta hacerse casi irreconocible.

Para los que estabáis pensando en leer "La casa de los encuentros", de Martin Amis: no puede ser más recomendable. Uno de los grandes libros del año. Ahora estoy leyendo el ensayo de un paisano y amigo, Miguel Anxo Murado: "Fin de siglo en Palestina" es una crónica lúcida, brilllante, incluso divertida, escrita por este periodista que pasó cinco años en Jerusalem. Aconsejo este libro - editado por Lengua de Trapo - a todos los que quieran aproximarse a un pueblo que sólo conocemos a través de las noticias de la televisión. También estoy leyendo las galeradas de "Las hijas del César". Falta poco más de un mes para que la obra llegue a las librerías, y apuesto ya a que va a ser un éxito de ventas. Me está gustando mucho.

Mi novela progresa, aunque nunca tan rápido como quisiera. Mi editora me anima con la noticia de la inminente tercera edición de "El inventor de historias", y Marcial con la compra de dos billetes a París que me consuelan un poco de la penitencia de estas vacaciones que no lo son.

Y ahora, las buenas noticias: el hijo de mi amiga Ana ya está en casa. Llegó el lunes por la tarde. En la terminal de Barajas le esperaba su abuelo, sus tías, y un pequeño ejército de amigos armados con cámaras de fotos y de vídeo para inmortalizar el momento. No hace falta que os diga que hubo lágrimas, risas y abrazos. El pequeño P. alucinaba. Supongo que estaría pensando, "mami, vámonos otra vez al hotel de Kathmandú, que estos están todos locos". El niño es guapísimo, y a pesar del cansancio, el sueño y el aterrizaje en medio de un montón de desconocidos, no lloró ni una vez. Para eso estábamos nosotras. Pero no hay mejores lágrimas que esas: las que se escapan celebrando la llegada de una nueva vida.

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jueves 13 de marzo de 2008

De amigos y de libros

Porque no hay mejor material para la vida, intento dedicar tiempo a unos y a otros. Ayer, desayuno con Martín y con Rafael Reig. Reig acaba de terminar su novela de espías, y promete pasarme el primer borrador la semana que viene. Para mí, leer los libros de los amigos antes de que estén editados es uno de los grandes placeres que existen. Rafael me hace jurar que seré crítica, ecuánime y durísima, y yo le digo que sí a todo, porque con tal de que me pase esos folios que yacen en una carpeta azul estaría dispuesta a jurar casi cualquier cosa. Leemos la prensa del día, y hablamos - ¡cómo no! - de las elecciones, de ganadores, de perdedores. "¿No estáis un poquito hartos de este asunto?", pregunto yo, y trato de cambiar de tema con una historia frívola y jugosa capaz de distraer su atención de líderes políticos, gobiernos y otras zarandajas. Por la noche cenocon Techu, Belén y Ana, y antesde sentarme hago prometer a lastres que no hablaremos de política en el transcurso de la noche "o me pondré a gritar".Aguantamos hasta los postres gracias al nuevo trabajo de Techu, la mudanza de Belén y el viaje a Washington de Ana. Con los panqueques de dulce de leche llegó la violación del pacto.

La editorial "El andén" asegura que me ha mandado hace días las galeradas de la novela "Las hijas del César", de mi amigo Pablo Núñez, pero no he recibido nada. El texto debe estar flotando en el limbo de los libros perdidos... o en el de los paquetes extraviados. Un consejo: no utilicéis MRV para vuestros envíos. A mí ya me han perdido dos sobres.

Estoy leyendo mucho estos días. Dejad que os recomiende "Chesil Beach", el último prodigio de Ian McEwan. Una historia simple y poderosa, magníficamente contada. Entrañable me ha parecido "La pensión Eva",del italiano AndreaCamilleri. Aviso: no es una novela de detectives, pero está llena de encanto y de ternura y merece la pena. También "Propios y extraños", de Ann Tyler. No entiendo como esta escritora no goza de más predicamento en España. Los que no la hayan leído recordarán seguramente la película "El turista accidental", adaptación al cine de una novela suya del mismo título. Asimismo,me gustó "Biografía del hambre", de Amelie Nothomb, pero aviso de que los admiradores y detractores de esta escritora belga se reparten a partes iguales.
Ahora estoy con "La Casa de los encuentros", de Martin Amis. Llevo leídas setenta páginas sobrecogedoras que avisan de una novela de las que permanecen.

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