domingo 20 de abril de 2008

En Llanes


Pues sí, nos fuimos a Llanes a entregar el Premio de Literatura de Viajes, del que soy jurado, a Gustavo Martín Garzo. Su "Viajes de la cigüeña" es un libro conmovedor y tierno con el sello personal de su autor. Aquí estamos Gustavo, Rosa Regás y yo, mirando al mar Cantábrico.

Viajamos juntos Fernando Marías, Silvia Pérez, Pedro Páramo y el premiado. En el aeropuerto recogemos a Rosa Regás, que llega de su dorado retiro en el Ampurdán. Dice que tiene agujetas después de pasarse los últimos días desmontando su casa de Madrid.

Asturias está verde y hermosa. Una lluvia tenaz nos ameniza el viaje hasta Llanes, donde nos encontramos con Ramón Pernas y Mónica, de FEVE. No son más de las onces, y la ruedade prensa es a la una, así que entretenemos la espera en el bar Penín, entre cafés y bocadillos de tortilla. Normalmente, aprovechamos el tiempo libre para dar paseos, para la lluvia aborta cualquier tentativa de salir al exterior. En el Penín el ambiente es cálido y los bocadillos saben como los que preparaban las madres después del colegio


Tras la rueda de prensa nos vamos a comer. El almuerzo del Premio de Llanes es una de las mejores tradiciones previas al día del Libro: se realiza en un restaurante con vistas fabulosas a una playa, y las sobremesas se alargan hasta bien entrada la tarde. Pruebo una receta sublime, patatas rellenas de marisco que comparto con Rosa Regás, y dejo clara mi determinación de no invitar a nadie a los frisuelos con crema que he pedido de postre. Hablamos de muchas cosas, pero sobre todo de libros y de películas. El jefe de prensa del ayuntamiento nos cuenta que, esde que se rodó en Llanes "El Orfanato", se han multiplicado las visitas a la villa de curiosos que quieren fotografiarse junto al inquietante caserón donde se rodó la película.
Luego, con los cafés y la copa de orujo, hasta hay quien se anima a contar chistes. Luego, ydespuésde mucho tierarle de lalengua, Rosa Regás se anima a evocar algunos recuerdos de la etapa de la "gauche divine", cuando García Márquez y Vargas Llosa le cantaban "Rosa Regás, qué buena estás". Ramón Pernas insiste en dejar claro que Rosa era una de las más deslumbrantes bellezas de la Barcelona de los cincuenta. Ella dice que para guapa, su madre y luego nos cuenta un delirante viaje en vespa desde Barcelona a Cadaqués, y entonces me resulta difícil tener presente que Rosa tiene setenta y cinco años, quince nietos "y dos bisnietos". me apunta. Tiene el rostro surcado por arrugas en claro desafío a todas las contemporáneas que han sucumbido a los cantos de sirenas de la cirugía. La verdad, no me imagino a Regás pasando por un quirófano paraestirarse la piel sabia, curtida de vida intensa, de años de experiencias, de sabiduría. Se habla de muchas cosas, pero, para echar por tierra la leyenda negra de la mutua crueldad de los escritores, nadie habla mal de nadie.
Luego, antesde salir, Fernando,Gustavo y yo damos un paseo por la playa. Armado con la cámara, Marías está empeñado en hacernos un reportaje gráfico. "Mirad hacia el mar, no, mirad hacia la arena, ahora que Marta se quite le gorra, pero no miréis a mí, vosotros pasead como si yo no estuviera". Tengo poca paciencia para las fotos: "Fernando, hijo, cómprate una cámara como es debido y vete al Líbano a ser reportero". A Gustavo le fascina una extraña formación rocosa que hay al final de la arena, y que parece un ejército de hombres petrificados. Se aleja hacia allí,mientras rompen las olas y brilla por primera vez en todo el día un sol radiante que arranca a la arena húmeda un brillo particular.
A las siete nos recoge una furgoneta para llevarnos al aeropuerto. Viajo en la parte trasera, junto con Gustavo y Rosa. Rosase duerme, y adquiere un aspecto plácido que multiplica su condiciónde abuelo. Gustavo y yo hablamos en susurros para no molestarla. Es un tipo estupendo, Martín Garzo, tan inconsciente de su talento que resulta conmovedor. Nos contamos cómo abordamos nuestros libros, y estamos de acuerdo en la importancia que para ambos tiene el dar con una buena historia. Gustavo me confiesa su devoción por algunos personajes suyos "a veces pienso, qué pena que no hayan dado con un escritor mejor para sacarles más jugo".
En el aeropuerto, Pedro Páramo insiste en que tomemos un gintonic para rematar el día. Rosase resiste, pero tras ceder acaba reconociendo lo bien que le sienta esa copa, que es el mejor remate para un día feliz de conversaciones y de amigos. Para que luego digan que los escritores sufrimos mucho.
Por cierto, que luego hay quien me dice que no aviso de las cosas: el 23 de abril, día del libro, participaré en actividades literarias organizadas en Madrid. A las cinco estaré en el Café Central para participar en una tertulia sobre Umbral con Montero Glez y Raúl del Pozo. A las siete firmaré libros en la Librería Pérgamo, en General Oraá, y a las ocho y media haré lo propio en el vips de Princesa. Y el resto del día, ya veremos, porque se han programado decenas de actividades con las que Madrid amplía la fiesta del Libro.

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