sábado 14 de junio de 2008

Fin de Fiesta

Se acaba la Feria del Libro, y apuramos al máximo los días que nos quedan. En esta semana, dos citas, una en el Hotel Kafka con David López, que presentaba allí su novela "Niños de tiza". La tengo encima de la mesa para empezarla hoy mismo. Allí me encuentro con Espido, Pedro de Paz, Rafael Reig y Fernando Marías (que hacen de maestros de ceremonias), Javier Blanco Vila, Silvia Pérez... en la copa posterior le echo una media bronca a Loren, que tiene mañana un examen de sociología y le está robando horas al estudio. Cómo me alegro de haber acabado los estudios. Las vísperas de examen eran lo peor del mundo.

Ayer, en la preciosa terraza de Planeta - vistas sobre Cibeles, Alcalá y aledaños al corazón de Madrid - , fiesta de clausura de la Feria. Hacía una noche estupenda, y me encontré con amigos como GuillermoGalván - que está ultimando novelón histórico centrado en la época del arrianismo - y con Chani Pérez Henares, que me invita a un curso de Verano que dirige en la UNED. Luego nos vamos un grupo a celebrar el cumpleaños de Fernando Marías: le cae medio siglo, pero no se le nota nada. Nos tomamos unas copas a su salud en Le Garage, uno de los locales de moda en Madrid, y allí aparecen Vanessa Montfort, Nicolás Casariego y Miguel Ángel Matellanes. Miguel fue el editor de mi primer libro, "Que veinte años no es nada" y por eso siento hacia él un afecto especial. Hemos compartido un tiempo importante, y seguimos en contacto a pesar de que han pasado ya diez años - diez - y muchas cosas.

Vuelvo a casa antes de lo que hubiese querido: tengo programa de radio al día siguiente y es mejor no pasarse con el trasnoche y las copas. En eso, la edad no perdona: hace no tanto tiempo era capaz de tomarme cualquier cosa, dormir cuatro horas y estar al día siguiente fresca como unalechuga. Ahora, la resaca es terrible y me deja fuera de combate para varios días.

Lecturas: he terminado "El rojo de las flores", de Anita Amirrezvani, una especie de melodrama ambientado en la Persia del siglo XVII. No es que no sea entretenido, pero no es exactamente la literatura que más disfruto. Resulta una especie de Danielle Steel orientalizada y más pulida. En fin, yo ya lo he advertido.

Buenas noticias para Pablo Núñez y los que somos sus amigos: "Las hijas del César" prepara una nueva edición. Los libros se agotan en cuanto llegan a las librerías, y en algunos lugares está desbancando en las ventas al todopoderoso Carlos Ruiz Zafón.

Sólo una cosa más: acabo de leer una petición de ayuda de una chica a quien, el pasado 11 de junio, le robaron su ordenador portatil (un ibm - lenovo thinkpad T60) de su coche, un mini color crema que estaba aparcado en la calle Barquillo. En el ordenador estaban guardados gran parte de los recuerdos de su padre, fallecido hace poco. La máquina, que es antigua, no vale casi nada, pero lo que contiene sí. Por eso, la propietaria del ordenador, Rossana, ofrece 1000 euros (mil) a quien le devuelva el ordenador perdido. Su dirección es alabanda@gmail.com
Sé que es difícil, pero si los lectores de este blog podéis difundir este mensaje, seguro que Rossana os lo agradece.

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miércoles 19 de marzo de 2008

Semana Santa en Madrid

Tiene gracia que después de haber pregonado la Semana Santa de Lugo acabe pasando estas fiestas en Madrid... Pero mi novela tiene que avanzar, y en el mes de abril tengo tantos viajes en perspectiva que no voy a hacer gran cosa si no aprovecho estos días para ponerme las pilas. Marcial se va a ver a su familia, y yo me quedo sola en casa y en este Madrid casi fantasmal que cambia hasta hacerse casi irreconocible.

Para los que estabáis pensando en leer "La casa de los encuentros", de Martin Amis: no puede ser más recomendable. Uno de los grandes libros del año. Ahora estoy leyendo el ensayo de un paisano y amigo, Miguel Anxo Murado: "Fin de siglo en Palestina" es una crónica lúcida, brilllante, incluso divertida, escrita por este periodista que pasó cinco años en Jerusalem. Aconsejo este libro - editado por Lengua de Trapo - a todos los que quieran aproximarse a un pueblo que sólo conocemos a través de las noticias de la televisión. También estoy leyendo las galeradas de "Las hijas del César". Falta poco más de un mes para que la obra llegue a las librerías, y apuesto ya a que va a ser un éxito de ventas. Me está gustando mucho.

Mi novela progresa, aunque nunca tan rápido como quisiera. Mi editora me anima con la noticia de la inminente tercera edición de "El inventor de historias", y Marcial con la compra de dos billetes a París que me consuelan un poco de la penitencia de estas vacaciones que no lo son.

Y ahora, las buenas noticias: el hijo de mi amiga Ana ya está en casa. Llegó el lunes por la tarde. En la terminal de Barajas le esperaba su abuelo, sus tías, y un pequeño ejército de amigos armados con cámaras de fotos y de vídeo para inmortalizar el momento. No hace falta que os diga que hubo lágrimas, risas y abrazos. El pequeño P. alucinaba. Supongo que estaría pensando, "mami, vámonos otra vez al hotel de Kathmandú, que estos están todos locos". El niño es guapísimo, y a pesar del cansancio, el sueño y el aterrizaje en medio de un montón de desconocidos, no lloró ni una vez. Para eso estábamos nosotras. Pero no hay mejores lágrimas que esas: las que se escapan celebrando la llegada de una nueva vida.

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