jueves 10 de abril de 2008

Lluvia

Llueve en Madrid, como sólo sabe llover en primavera. En otoño, la lluvia es poética y casi reconfortante. En primavera,con perdón para los concienciados con la ecología y la industria agropecuaria, la lluvia es un coñazo. Además ¿se ha fijado alguien en que en Madrid la gente no sabe andar con paraguas? Los transeúntes se enganchan unos en otros, amagan con dejar tuerto al incauto que se cruza en su camino, giran los paraguas en el sentido del viento, y se quedan con el paraguas desmadejado en las manos, mirando indignados al culpable del desastre. No es por hacer patria, pero a estos les organizaba yo un máster de uso de paraguas en mi Lugo natal, o en Santiago de Compostela.

Ayer viajo a Cáceres para vivir la experiencia descorazonadora de reunirme durante sesenta minutos eternos con un centenar de adolescentes. Mis anfitrionesdel instituto, hospitalarios y amables, hicieron lo posible para que me sintiera bien, pero el profesor de literatura hizo las cosas a su manera, y ningunode aquellos chicos había leído ni una sola línea mía. Eso sí, al entrar entregó a loschavales cuatro páginas fotocopiadas de "En tiempo de prodigios", suficiente para que unode ellos me dijese en las barbas que a él la literatura que yo hacía "no le interesaba nada". Fue una hora larga de comentarios pretendidamente provocadores, exhibición de ansias contestatarias y rebeldía de segunda división. Los que me invitaron a Cáceres se deshacían en disculpas. Me compensa del amago de decepción el encuentro, la noche anterior, con los miembros de la asociación cultural "Los Zorzales" y un grupo de libreras conlas que paso un buen rato hablando delo único, los libros. Para que luego, al día siguiente, me venga uno dediecisiete años a decirme que él aprende mucho más de historia viendo películas, o la tele, sin ir más lejos. Saben poco, y el sistema no está preparado para enseñarles nada. Empezarán a enterarse de qué va esto cuando, para algunos, sea ya demasiado tarde. A pesar de todo, parecen buenos chicos. Van de duros, pero apuesto a que es posible hacer llorar a casi cualquiera de ellos. Dialogamos - es un decir- sobre libros, la importancia de leer y el interés por escribir. Antes de llevarse a la mitad de la conferencia a una charla sobre el esperanto, una profesora me espeta,con más bien poco tacto, que ella hubiese preferido que hablase de mi libro. Me muerdo la lengua para no contestarle "y yo, amiga mía, y yo. Pero para mantener a éstos atentos hablando de un libro que no han leído hay que ser la virgen de Fátima. O David Beckham".

En el trayecto de regreso a Madrid leo "La extraña", de Sándor Marai. Magnífico el comienzo. Después, el libro desconcierta un poco. Espero acabarlo hoy, después de la conferencia sobre Rosalía.

Sigue lloviendo

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