jueves 22 de mayo de 2008

Paseos por Madrid

Lo prometido es deuda. Os dije que contaría lo que me ha tenido ocupada los últimos días.
Veréis: hace cosa de tres semanas recibí un mail misterioso de un productor de televisión belga en el que me hablabadel proyecto de hacer una serie de reportajes sobre varias capitales europeas. En cada ciudad contarían con un guía, una persona que viviese en la ciudad y que sirviese de hilo conductor de la historia, y me proponían ser su guía en Madrid.

A mí ese tipo de cosas me encantan, así que contesté diciendo que sí. Vale, reconozco que pensé fugazmente en la posibilidad de que el belga en cuestión fuese un psicópata que pretendía rodar una snuff movie conmigo, pero esas cosas sólo les pasan a otros ¿verdad? Eso sí, por si acaso el primer encuentro tuvo lugar un sábado a las nueve de la mañana en la cafetería de un hotel. Allí conocí a Bertrand, el productor del programa, que me explicó sus objetivos: tendría que seleccionar para ellos los lugares de Madrid que más me gustan.

Así que, tras un par de semanas de gestiones varias - cuando llegue la factura de teléfono me voy a acordar de la tele belga - el equipo se presentó en Madrid dispuestos a que les guiase por la ciudad. Eran cinco: Bertrand, Philippe, Berto, Fleck y Tomas, el presentador. Cuando les vi llegar confieso que pensé "pero ¿por qué me he metido en este lío? Dos días con sus noches sin separarme de cinco tipos a los que ni siquiera conozco, hablando e inglés, con una cámara en las narices y un micrófono enganchado a la camisa".

Muchas veces las cosas son mejores de lo que parecen al principio, y esta fue una de ellas. Los belgas eran tipos encantadores, extraordinariamente educados y divertidos hasta el extremo. Fueron dos días agotadores en los que lo pasamos bomba. Les llevé a la tienda del Duque de Feria y al mercado de Fuencarral. A conocer al jefe de sala de la Terraza del Casino y a comer pisto y pollo en pepitoria en "El Comunista". Comimos tapas sofisticadas en "Gift" y bocadillos de calamares en un bar de la Plaza Mayor. Paseamos por el Botánico e hicimos un recorrido por "La casa encendida" junto a mi amigo, el pintor Eduardo Barco. Tomamos café con el director Antonio del Real y una copa en el privado vip del hotel Me Madrid con la adorable Manuela Vellés. Tomamos una cerveza en el marco amistoso del hotel Kafka, y José Antonio, propietario de la pastelería El Pozo, nos atracó de rosquillas tontas y listas. Probaron los churros, el queso manchego, las torrijas, los caramelos de violeta y los cócteles sublimes de Fernando, el barman de Del Diego. Nos robaron una bolsa con cintas ya grabadas, el deño de un local nos montó un pollo por grabar su escaparate, en un restaurante nos sirvieron pescado que apestaba a amoníaco. Nos reímos una barbaridad, nos contamos la vida, creo que nos hicimos amigos.

Nos despedimos hoy por la mañana, después de desayunar en el Café Gijón, un poco emocionados y prometiéndonos mutuamente futuros encuentros. Al llegar a casa encuentro que me han dejado un regalo en el buzón, y se me saltan las lágrimas. Qué le voy a hacer, enseguida me encariño con la gente. Es curioso como uno puede sentirse cercano a personas que hace una semana ni siquiera conocía. quizá no vuelva a verles. Si viviesen aquí, cualquiera de ellos podría convertirse en una persona cercana cuyo contacto intentase cultivar.

Queridos amigos belgas: no podéis leer este post. Pero me llevo el mejor de los recuerdos de los días que hemos pasado juntos. Ha sido una suerte extraordinaria haberos conocido. Y quería compartir estos días con mis amigos. Con los lectores de este blog.

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