sábado 29 de marzo de 2008

Los monstruos entre nosotros

En virtud de un contrato supremo, la sociedad delega en el Estado muchos asuntos capitales. La gestión de los recursos. La administración de los caudales públicos. La organización de servicios como sanidad o educación... y el correcto funcionamiento de la Justicia. Es el contrato social, que a todos debe beneficiar por igual y a todos convenir en igual medida. Sin ese contrato, esto sería Troya, una casa de locos donde cada cual va a su aire. Así que los ciudadanos renuncian al - a veces legítimo - deseo de venganza igual que admiten pagar impuestos y que las carreteras las haga el correspondiente ministerio. A cambio, el Estado se compromete a poner al ciudadano a salvo de desmanes y abusos, a garantizarle unos mínimos vitales, y a proceder en su nombre contra quienes, violando derechos fundamentales, les han hecho objeto de una agresión.

El pacto se quiebra a veces, porque en el sistema hay fisuras. Por una de ellas se coló el asesino de una niña, que debería estar en el trullo y estaba en su casa dispuesto a hacerde las suyas. Admitamos que hay cosas terribles que suceden a veces. Que ´nada ni nadie es perfecto. Que lo que ocurrió a Mari Luz es sólo una lamentable cadena de errores humanos. Y asumido esto, busquemos responsables y que paguen por sus errores. Si a un arquitecto se le cae una casa, le retiran el título que le habilita para ejercer su profesión. Si una enfermera le pone a un enfermo una bolsade sangre equivocada, se le cae el pelo. Si un auditor comete un error al revisar las cuentas de una gran empresa puede ir a la cárcel. Pero resulta que un juzgado puede dejar libre como los pajaritos a un violador de niños, y lo único que podemos hacer es darnos golpes en el pecho.

De momento, ya han empezado a pasarse la pelota unos a otros. El Consejo General del Poder Judicial, a la Audiencia de Sevilla. La Audiencia, a un juez tontolín que no se caracterizaba por su brillantez ni su eficacia. El juez, a una funcionaria del juzgado que estuvo cinco mesesde baja. La funcionaria, a la Junta por no poner a alguien en su puesto... Esto se ha convertido en una versión del juego del "pío pío, que yo no he sío", que resultaría descacharrante si no hubiese por medio una niña muerta y una familia destrozada.

El desgraciado que mató a Mari Luz no estaba procesado por robar gallinas ni por dar un tirón a una vieja. Estaba acusado de un delito sexual contra una menor que, para más inri, era su hija. Así que los probos ciudadanos tenemos derecho a que su ingreso en el talego no lo condicione una funcionaria enferma o un juez inepto.

El asesino, el pervertido, estaba para nuestra justicia "en paradero desconocido". Tócate los pies. Animo a cualquiera a que deje de pagar a Hacienda, y ya veremos los que tardan en localizarle y embargale hasta los puntos de la Iberia Plus. Pero un delincuente sexual de primera división puede vivir felizmente sin ser molestado. Y eso no tiene sentido en una sociedad presuntamente civilizada.

Es el momento de dar explicaciones. Muchas. El Ministro de Justicia, don Mariano Fernández Bermejo, sigue sin decir esta boca es mía. Ha tenido que ser la apagafuegos habitual, María Teresa Fernández de la Vega, quien diera la cara para reconocer lo vergonzoso, lo terrible de esta situación. Pero no basta. El Estado, que no protegió a ciudadanos que estaban bajo su amparo, debe ser declarado responsable civil de lo ocurrido.

Hemos renunciado a la venganza. Al ojo por ojo. A trincar al violadorde niños y lincharlo en plaza pública mientras el respetable hace la ola. A cambio de eso, el ciudadano sólo pide que la Administración en cuyas manos pone, no ya la gestión de la justicia, sino también la más elemental integridad física, funcione como un reloj. Sobre todo en algunos casos.

Hay muchas más cosas de las que hablar. Por ejemplo, de las ridículas penas que se imponen a quienes abusan de un menor, sabiendo como se saben los índices de reincidencia de los delincuentes sexuales. De que un padre que agrede gravemente a su hijo siga conservando su custodia, que le es retirada "temporalmente". A mí me pueden decir misa y yo la canto, pero un padre que viola a su hija y una madre que consiente la violación no pueden tener derecho alguno sobre una criatura, que debería ser automáticamente dada en adopción para tener al menos una oportunidad de vivir una vida normal.

Es demasiado tarde para Mari Luz. Pero es evidente que los monstruos viven entre nosotros. Y que no podemos estar indefensos ante ellos.

Etiquetas: , ,